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Estupiñán, académica y transgresora PDF Imprimir E-mail
Escrito por Flavio Paredes Cruz   
Viernes, 09 de Noviembre de 2012 15:14

¿Qué vas a ser de grande? Ante esa pregunta que los adultos se empecinan en hacer a los niños, como buscándoles desde ya un sitio dentro del sistema, un futuro ‘digno’; Tamara Estupiñán respondía con el balbuceo de sus tres años: “Cuaderno, cuaderno”.

Mientras un capuchino atempera la mañana, con un cuaderno la historiadora ocupa una mesa de la cafetería contigua a la Academia Nacional de Historia, que recientemente la incorporó como Miembro correspondiente. Para ella, la designación acepta que “ser transgresora de la historia también contribuye al quehacer científico del pasado”.

Lo del cuaderno -se explica- está ligado a la investigación, algo que practican ella y sus hermanos, como herencia de su abuelo, Atanasio Viteri Karolys, periodista. Pero fue un conflicto interno con respecto a Dios y a la real existencia de Jesucristo, lo que fijó su interés sobre la Arqueología bíblica. Quiso estudiar eso, pero la ausencia de una escuela la llevó hasta la Historia, al enamoramiento con la Historia.

Fascinada por la Paleografía, descubrió su aptitud para leer caligrafías antiguas y complicadas, lo que junto a su atracción por los Incas, detonó en que descifrara el testamento de Francisco Topatauchi, el hijo más importante de Atahualpa. Fue en los 80 que el Incario la atrapó. El embrujo persiste hasta ahora, cuando se la reconoce como la descubridora de las ruinas de Malqui Machay (Sigchos, Cotopaxi) y la panaca (linaje) del último Inca.

Un primer acercamiento se dio con sus estudios sobre Rumiñahui. “Tuve la audacia de desbaratarlo en un sentido cívico y positivo, porque cuestioné su figura incomprendida”, suelta Tamara, para quien el general, ni héroe ni tirano, tuvo la misión de cuidar de la descendencia de Atahualpa y de su cuerpo momificado. Todo la condujo hasta Malqui Machay, la última morada del Inca. La investigación de la que disertó en su incorporación a la Academia, ha tenido amplía difusión internacional. En este mes la TV francesa y la revista Science et Vie le dedicarán reportajes.

Se llama transgresora porque -dice- ninguno de sus trabajos han repetido un discurso o han presentado una versión remozada de los hechos. Con rigor, muchas horas y bastantes años siempre busca el valor agregado y propone visiones distintas. “Soy transgresora de la historia oficial, la cuestiono, hay que hacerlo para que el conocimiento científico avance permanentemente”.

Y explicándose: “Es que la historia oficial siempre va tener intereses particulares, por lo general las historias se crean desde los espacios de poder y ahí ya se pone un membrete a lo que sería, aparentemente, la verdad”. Para Tamara está claro que ni el Estado ni las instituciones pueden ser garantes de la verdad, y asume su misión de historiadora para generar debate, para que el lector escoja lo que considere correcto.

Si bien el historiador tiene un bagaje cultural y temas predilectos, cuando Estupiñan se aproxima a un estudio, intenta en lo posible dejar de lado la arena política, las cuestiones ideológicas y los favoritismos.Siendo mujer, no se entusiasma con las visiones de género sobre la historia, pues la comprende como una serie de procesos colectivos, donde todos los sectores entran como actores. Además no es partidaria de seguir creando héroes, pues sirven para el proselitismo político.

En sus investigaciones más de una vez ha ido en contra de sus propias perspectivas, pero su obligación es decir en lo que se equivocó, por mucho que cueste. “La sabiduría está en reconocer los errores, más que en jactarse de los aciertos”. Así se abre, permeable, a la crítica. Pero no habla de esa crítica con afán destructor que hay -apunta- en este país, una nación inmadura. Una crítica que construya hablaría de un país con madurez científica y ciudadana.

Como historiadora, mira al momento actual como uno de cambios estructurales que generan posturas antagónicas. Lo ilustra como un tsunami que debe ser encausado con madurez y tolerancia. Los gobiernos no pueden desafiar a los ciudadanos, merecedores de respeto más allá de posturas y proveniencias; menos aún al pueblo de Quito que históricamente ha sido insurgente.

Tamara termina su capuchino, la espuma reposa en la taza. El cuaderno parece vivo entre sus manos, como pidiéndole que escriba algo; acaso, espera una nueva anotación, algún indicio.
Hoja de vida
Tamara Estupiñán
Su experiencia. Especialista en Etnohistoria andina, historia económica colonial e historia republicana ecuatoriana.
Ha obtenido premios y becas en el país y el exterior, como el Isabel Tobar Guarderas (1983), el José Mejía Lequerica (1997), la beca Dumbarton Oaks Harvard (2009).

Fuente: El Comercio

Última actualización el Lunes, 12 de Noviembre de 2012 05:12
 

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