Como un presagio fatídico aparece en la revista Mudo Diners de este mes de octubre, un artículo de Gustavo Abad, que lleva por título Patrimonio otro Museo Perdido. Con detalles vivenciales el autor relata la trágica historia del saqueo organizado del que es víctima el Patrimonio Cultural del Ecuador. La oportunidad del artículo cobra dramatismo con el flamante robo de la custodia (ostensorio) del Museo del Convento de las Conceptas de Riobamba. La expoliación sistemática de bienes culturales pertenecientes a las distintas épocas de nuestra historia es verdaderamente alarmante. Parecería que para un amplio sector de la población las obras patrimoniales no tienen otro valor que el económico y por la vulnerabilidad de los contextos en las que se hallan inmersas son presas fáciles del crimen organizado. De la lectura del artículo, se puede pensar que el mercado internacional del arte americano tiene una red de traficantes que utilizan todo tipo de actores y de recursos para obtener por cualquier medio los objetos codiciados. Si bien es verdad que hay mafias internacionales dedicadas a estos hechos, es también cierto que la delincuencia común está presente y ha actuado mucho en los últimos años. El ostensorio de Riobamba es una pieza virtualmente invendible en el mercado del arte colonial o religioso, pues por sus características es difícil de negociar en un medio ya bien conocido. Desgraciadamente esta pieza podría ser fácilmente deshuesada y fundida para ser vendida, en pequeños lotes, a joyeros locales. Los delincuentes se reparten las migajas y el valor cultural se desvanece entre la ignorancia y la codicia de estos miserables. Siendo realistas es casi imposible dar seguridad a la mayoría de los bienes patrimoniales, muchos de ellos están aún bajo tierra, o ilusamente bajo la protección divina. La única solución es el empoderamiento comunitario del significado y del valor del patrimonio vivo que no necesita museos.

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