Rodrigo Alberto Erazo Rodríguez (1943 - 2011) |
Written by Francisco Valdez |
Tuesday, 03 May 2011 02:29 |
There are no translations available at this moment. Thanks for your comprehension. Lamentamos informar el deceso de nuestro colega y amigo Rodrigo Erazo, el día 1 mayo del 2011, luego de una ardua lucha de cuatro años con el cáncer. Su ausencia nos llena de tristeza, pues perdemos con él un claro ejemplo de lo que es ser un arqueólogo honesto y optimista en el Ecuador actual. Rodrigo estuvo casado con doña Bertha Villacrés y fue padre ejemplar de cuatro hijos. Rodrigo nació el 1 julio 1943, su padre, oriundo de Riobamba y su madre de Montecristi, le dotaron generosamente de los genes necesarios para ser un buen quiteño. Desde niño tuvo la oportunidad de conocer las distintas fases de su patria, pues la carrera militar del padre condujo a la familia a vivir entre Riobamba, Macas, La Libertad y Quito. En su adolescencia tuvo la oportunidad de aprender los 1000 oficios que ejercía su progenitor entre el cuartel y la casa. Aprendió malabarismos en el circo que su padre mantuvo por un tiempo, luego se inició en el comercio de juguetes y utensilios domésticos cuando la familia se dedicó a la importación de estos ingeniosos objetos venidos del extranjero. Por último, aprendió a ser muy hospitalario en el Hotel Metro, que la familia mantenía en Riobamba. Estos antecedentes aguzaron su curiosidad y el deseo de enseñar a sus congéneres del pueblo. En Quito se inscribió en la facultad de pedagogía de la Universidad Central, donde se licenció en 1975. Allí conoció y entabló amistad con Lenin Ortiz, quien le contagió la pasión por la arqueología. A inicios de 1977 obtuvo una beca IESSE / INAH para hacer un diplomado en arqueología e historia en la famosa Escuela Nacional de Historia y Antropología de México. Allí compartió experiencias con algunos coterráneos como el historiador Jorge Núñez. En 1978 volvió al Ecuador para integrarse al equipo fundador del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural; donde con pasión y empuje colaboró con Rodrigo Pallares para sacar adelante la primera ley y el reglamento del INPC. Fue igualmente activo en la preparatoria de la declaración de Quito “ciudad patrimonio cultural de la humanidad”. En la epopeya pionera del Instituto, Rodrigo trabajó como arqueólogo de campo y de laboratorio; dispuso de más idealismo que de recursos económicos. En el INPC tuvo la oportunidad de conocer la arqueología de varias partes del país, y de la Sierra Norte en particular. Rodrigo fue uno de los primeros investigadores en trabajar las tumbas profundas de La Florida, en Quito. Con su guía, se incorporó luego a esa problemática el arqueólogo León Doyon. No obstante, su pasión constante fue el pueblito de San Pedro de Valdivia, donde hace 3000 años se había trabajado la alfarería con arte. Sentía una atracción especial por esa aldea pesquera y su vocación de pedagogo le llevó a ocuparse, con los pobladores, en formar la primera comuna de Valdivia. Trabajó en la declaratoria y orgullosamente fue uno de sus socios fundadores. Se preocupó por la creación de un museo y la organización de los comuneros para la defensa de sus recursos patrimoniales. La comuna agradecida bautizó a una de sus calles con su nombre. Se podría decir que fue allí donde Rodrigo efectuó una de sus primeras obras de arqueología social. Fiel a sus ideales decidió integrarse allí a la eternidad. En 1986, se unió al equipo de arqueólogos de los Museos del Banco Central, siendo el primer investigador que se ocupó de la temática de la arqueología industrial en el Ecuador. Rodrigo realizó un estudio de los restos materiales de la fábrica textil San Gabriel, ubicada en la margen del río Cutuchi, en la ciudad de Latacunga. Sus trabajos pusieron en evidencia la infraestructura industrial de una planta que funcionó desde fines del siglo XIX hasta inicios del XX. Su esfuerzo llevó a que el Ministerio de Educación declarara la antigua fábrica como un bien perteneciente al patrimonio cultural del Estado (Registro oficial # 477 del 6 julio 1994). Otros trabajos le llevaron a estudiar las terrazas agrícolas en las provincias de Cotopaxi y Chimborazo. En 1994 salió del Museo del Banco Central y se dedicó a realizar consultorías en el Fondo de Salvamento patrimonial del municipio de Quito (FONSAL). Colaboró en los trabajos del Mapa Arqueológico del distrito metropolitano de Quito, bloque NW Pacto, en el proyecto Tulipe, en el parque arqueológico y ecológico Rumipamba, y nuevamente en La Florida, con María del Carmen Molestina. En los últimos tiempos estuvo terminando sus trabajos en Cocotoc. Rodrigo fue docente en la Universidad del Pacífico (2004-2006), en la UNITA y en el Colegio Cristóbal Colón de Carapungo. Durante su vida dedicó mucho tiempo al trabajo comunitario, y a la enseñanza, colaborando por ejemplo, con el pedagogo Telmo Hidalgo en la comunidad de Quinchuquí. A pesar de las limitaciones del medio, se mantuvo siempre actualizado en sus conocimientos, en el año 2009 obtuvo la maestría en Arqueología y Medio Ambiente en la Universidad Central del Ecuador. Rodrigo fue además uno de los pioneros en la interpretación de la iconografía, aplicando su teoría semiótica. Cuando se incorporó a la sección de Historia de la casa de la Cultura Ecuatoriana, en marzo del 2010, presentó un discurso académico sobre la imagen de la cruz cuadrada en la iconografía de la región de Quito. Su vida ha sido un ejemplo de lucha constante de superación, de defensa de sus ideales y sobre todo de honestidad. Quienes tuvimos la suerte de conocerle sentimos siempre admiración por su coraje, su perseverancia y su voluntad de dar todo lo que tenía para vencer las adversidades. Rodrigo tenía las cualidades más importantes de los sabios, la humildad y la generosidad. De su boca nunca se oyó la descalificación de nadie. Su buen humor y sincera amistad nos harán ahora mucha falta. Paz en su tumba. |
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Un gran abrazo
Quirino Olivera Nuñez