Trayectoria del Museo del Banco Central del Ecuador Imprimir
Escrito por Eduardo Almeida Reyes   
Miércoles, 14 de Febrero de 2007 21:36
El día 23 de enero de 2007, Hernán Crespo Toral recibió un merecido homenaje por su fructífera trayectoria en el campo de la arquitectura, la defensa y conservación del Patrimonio Cultural Ecuatoriano y sus aportes a la cultura del país, de Latinoamérica y del mundo. La editorial TRAMA hizo la entrega de un premio consistente en un diploma y una escultura que simboliza la acción universalista del homenajeado.

El autor de estas líneas, otrora colaborador de Hernán Crespo en el Museo del Banco Central del Ecuador, se une a este reconocimiento, a la vez que hace público por este medio, una crónica de su principal obra cultural.



El 30 de junio de 1995 se inauguró, por tercera vez, una parte del Museo del Banco Central del Ecuador, al cabo de más de dos años de haber cerrado sus puertas a causa de su desalojo del edificio Matriz del Instituto Emisor. Dicha sea la verdad, aquel primer museo organizado y gestado por Hernán Crespo Toral en 1969, resultaba insuficiente para atender la impresionante demanda de sus servicios, más aún cuando se trataba de un Museo y Galerías de Arte enquistados en una construcción planificada y diseñada para funciones eminentemente administrativas y burocráticas. La iniciativa de contar con un edificio propio en la colina del Itchimbía, como era la idea original, se desvaneció al poco tiempo de nacer, obligando a sus autoridades a permanecer en el mismo sitio hasta cuando el Banco firmó un convenio con la Casa de la Cultura Ecuatoriana, por medio del cual sus museos pasaron a ocupar el ala norte del local recién construido. De otro lado, muy cerca del parque de El Ejido se instalaron las dependencias administrativas y técnicas, a más de las áreas afines, ahora identificadas como Programas Culturales del Banco Central del Ecuador.

De 1969 a la presente fecha (1995) han transcurrido 26 años de labor casi ininterrumpida del Museo del Banco Central, labor que en su génesis fue apoyada por las más preclaras autoridades monetarias del país, entre ellas la del señor Guillermo Pérez Chiriboga, gerente por más de 20 años. Por supuesto que no siempre se contó con el patrocinio, de buena gana, de las autoridades económicas. A decir del fundador del Museo, Hernán Crespo, hubo un gerente que enegó de esta acción al extremo de pensar en regalar los "cacharros que no sirven para nada" 1. Estas han sido las excepciones, pues lo corriente ha sido más bien positivo, en tanto en cuanto el Banco apoyó el desarrollo de una intensa actividad cultural, sobrepasando la labor museística, pues llegó a convertirse en el ente protector y conservador del Patrimonio Cultural del país materializado en sus diferentes facetas. En los tiempos actuales, y bajo otras circunstancias económicas y sociales, nuevamente el Museo del Banco Central abre sus puertas para beneficio de la comunidad nacional.

Con seguridad las nuevas generaciones de ecuatorianos que en su momento visitarán el Museo, desconocen su origen. Ciertamente esta institución ha sido admirada no sólo en el país sino también fuera de él, patrocinada por un organismo estatal dedicado al manejo y control de la política monetaria, pero con un gran significado para la cultura nacional, por ser el mayor depositario del legado histórico del Ecuador.

La primera etapa

Los antecedentes que explican el nacimiento de los Museos del Banco Central debemos encontrarlos en la fundación del Instituto Emisor, en 1927, cuando la misión americana Kenmerer recomendó la creación de un Banco Nacional para controlar el manejo del dinero, años atrás en manos de la banca privada. Mediante decreto ejecutivo se creó el Banco Central del Ecuador, obligado a "mantener reservas en oro equivalente al 50 % de sus billetes en circulación" 2. Por está razón las reservas se contabilizaron con el "patrón oro", de ahí que sus bóvedas y las de toda la banca mundial, almacenaban los relucientes y pesados lingotes. Esta circunstancia permitió al nuevo organismo la adquisición del brillante metal. En el transcurso de los años, las compras de oro fueron también de tipo arqueológico, que de no haber mediado el sabio criterio de algún funcionario, habrían terminado en las incandescentes llamas de la fragua. Por décadas se fueron acumulando estos objetos, en unos casos, simples láminas y adornos trabajados por los antiguos indígenas de nuestro país. Según testimonio de Hernán Crespo, antes de 1958, estas piezas eran debidamente seleccionadas y conservadas por el Dr. Julio Araúz, químico, que para entonces dirigía el laboratorio del Banco. Este viene a ser en rigor el origen de la primera colección del variado y rico Patrimonio Cultural que actualmente conserva el Museo, la que en el transcurso del tiempo se incrementó con la adquisición de valiosas colecciones privadas, entre ellas la de Max Konanz, que prácticamente consolidó en la mente de Pérez Chiriboga la idea de abrir un Museo en la Institución. Esta labor fue encomendada a Hernán Crespo Toral, para entonces el único museólogo del país, quien se dedicó a inventariar los materiales existentes, estudiarlos y paralelamente a planificar las salas de exposición que se inauguraron en diciembre de 1969, en el quinto y sexto pisos del tradicional edificio del parque de la La Alameda.

Los primeros años de vida del Museo tuvieron la suerte de coincidir con la época de las "vacas gordas", pues justamente en 1970 el Ecuador entró de lleno en la era petrolera, por lo que las rentas del oro negro se convirtieron también en un importante recurso para financiar la enorme tarea cultural que desarrolló el Museo en el período 1970-84. La acción orientada a devolver la memoria cultural al Ecuador como era y es el paradigma de Hernán Crespo, se desplegó en campos tan variados, pero todos ligados por ser parte sustancial de la identidad del país. Bajo los auspicios del Museo se recuperaron innumerables monumentos arqueológicos e históricos, que de no haberlos rescatado en ese momento, hoy habrían desaparecido. Entre ellos, Ingapirca, Tulipe, Rumicucho, Tomebamba, Sicalpa, San Diego, Las Conceptas, La Asunción de Guano, etc. En convenio con otras entidades y gobiernos seccionales, se restauraron iglesias, casas coloniales, se patrocinaron investigaciones antropológicas, etnográficas, concursos de artes plásticas, exposiciones, se editaron libros especializados, videos, películas, etc., etc., todo ello, deslumbrando al Ecuador y al mundo con la inmensa riqueza del Patrimonio Cultural oculto y desconocido por siglos. Sus salas de exposición fueron visitadas por miles, quizás millones de niños, jóvenes, turistas e incluso personalidades de prestigio mundial, entre ellas, los Reyes de España, políticos y gobernantes. Tan importante era la misión del Museo del Banco Central, que las máximas autoridades monetarias acuñaron la expresión de que "no hay desarrollo económico sin desarrollo cultural", frase que se plasmó en hechos reales y pragmáticos a través de inversiones realizadas en el campo de la cultura, como así lo demuestran los datos consignados en la Memoria Anual de la Gerencia General del Instituto Emisor. Allí se describen las acciones de los museos a nivel nacional, pues no sólo contaba el de Quito, sino también el de Guayaquil, de Cuenca, de Riobamba, de Manta, de Esmeraldas, de Loja, entidades que cubrieron la geografía nacional con su labor cultural y sembraron una semilla que a no dudarlo ha permitido afirmar los valores de la identidad ecuatoriana, de la nación heredera de un proceso histórico común, milenario y desconocido.

Durante esta misma época se consolidó el Patrimonio Cultural del Museo mediante la conformación de sus fondos de Arqueología (100.000 objetos), Arte Colonial y Republicano, (5094 piezas), Arte Contemporáneo (2542 obras), Etnografía y Numismática, bienes que representan el mayor caudal de testimonios de la Historia ecuatoriana que deben ser conocidos y admirados por la colectividad.

La etapa de la decadencia

El reingreso del Ecuador al sistema democrático en 1979 trajo sus consecuencias en el manejo del Estado, entre ellas la novísima modalidad de considerar a la administración pública como botín político. Allí nació el crecimiento del aparato estatal, la burocratización, que en su momento, 1984, también llegó a afectar al Museo. En efecto, en esta época se politizó el cargo de Director de los museos, iniciándose un proceso de decadencia que concluyó literalmente con el cierre de esta Institución, como así ocurrió en mayo de 1991, ante la perspectiva de reubicarlo, reorganizarlo o privatizarlo. La administración del período 1988 a 1992, en materia de la gestión de los museos resultó por demás inoperante, pues no solo privó al sector educativo, al país, al sector turístico, de este importante recurso cultural, sino que con vacilaciones y bizantinas discusiones, se empezó a planificar "el nuevo museo", que no fue más que un pequeño aliciente a la vanidad del gobernante de turno que también quería inaugurar su obra, como así ocurrió en 1992, en vísperas de la finalización del período presidencial. Este museo, dicha sea la verdad, no era más que un conjunto de salas con paredes cubiertas de sábanas blancas en las que durante seis meses se proyectaron audiovisuales a un costo millonario. Era la segunda inauguración.

Una nueva etapa

Iniciado el gobierno actual, el Banco y sus museos entraron de lleno en la política de modernización, para lo cual se propuso reorganizar la actividad del Instituto Emisor, como también reestructurar las labores de tipo cultural. Es entonces cuando se inició un proceso para instalar la Sala de Arqueología, que era la más demandada por la sociedad. Se pusieron manos a la obra, luego de definir los guiones respectivos, ambientaciones, diseños, textos, etc. A la presente fecha, octubre de 1995, están abiertas al público las salas del Museo del Oro, sala cronológica de Arqueología y salas de Arte Colonial, Republicano y Arte Moderno. Sin duda es un maravilloso devenir de la historia de la sociedad ecuatoriana, materializado en la colección cultural y estética de los pueblos de cada época. Sin embargo, lo sustancial, aquello que representa la primera historia de este país, aún no está expuesto.

La prensa nacional ha destacado la reapertura de las salas del Museo Nacional del Banco Central en la ciudad de Quito, convirtiéndose este hecho en uno de los más importantes aportes del actual gobierno. Ciertamente es un gran avance en esta materia, toda vez que se ha renovado una exposición que estuvo bien para las décadas pasadas, pero que en los actuales momentos demandaba un giro radical, no solo en las concepciones técnicas y museográficas, sino fundamentalmente en la necesidad de incorporar los nuevos aportes de la investigación histórica y arqueológica del Ecuador. En los últimos 25 años se ha logrado armar con mayor rigor científico el proceso evolutivo de los pueblos indígenas y la posterior conformación de la sociedad blanca mestiza, conocimientos que deben ser plasmados en las nuevas salas de exposición, aunque lamentablemente aún inconclusas y con información que debe ser actualizada.

Por mucho tiempo la sociedad ecuatoriana se acostumbró a identificar al Museo como la institución que llevaba la voz cantante en materia de investigación y conservación del Patrimonio Cultural. De ahí que sus múltiples investigaciones y las realizadas por otros especialistas, deberían estar reflejadas en su contenido de exposición. Recordemos que la reconstrucción del pasado antiguo del país expuesto en el Museo del Banco Central, aparece en textos escolares y en materiales de difusión dentro y fuera de los linderos patrios. Por esta razón, los conocimientos que permiten seguir el hilo conductor de la historia deben ser verídicos, de tal suerte que estemos en capacidad de transmitir un proceso histórico social fundamentado en la ciencia y no en suposiciones.

A la par de este impulso dado a las salas de exposición, el Banco ha decidido, a título de la modernización, limitar su participación en el desarrollo cultural del país, dejando de lado ciertas áreas y programas que seguramente no serán llenadas por otra institución. Todos reconocemos que el Banco Central tiene una función específica, sin embargo sabemos también que es un ente estatal que está obligado, por mandato constitucional (Art. 2), a "promover el progreso económico, social y cultural de sus habitantes". De tal suerte que si importantes autoridades económicas decidieron emprender en obras como los museos, los fondos editoriales y bibliográficos, la investigación arqueológica e histórica, lo hicieron porque respondían a un proceso legal, además de que percibieron la necesidad de fundamentar el desarrollo del país en el conocimiento de sus raíces y sobre esa base construir el porvenir de las nuevas generaciones. Pero no sólo en la línea desarrollista del componente material y económico, sino fundamentalmente alimentando la riqueza espiritual de un pueblo que se identifica con un proceso histórico social común y que demanda conocerlo conforme lo descubre y lo estudia la ciencia y no el empirismo.

Para terminar esta brevísima reseña y en reconocimiento a quien fue el gestor de los Museos del Banco Central del Ecuador, Hernán Crespo Toral, transcribimos su pensamiento que sin duda hará meditar sobre el futuro de esta institución:

Estamos en la terrible disyuntiva: SER o NO SER. Cuando los paradigmas foráneos nos invaden, no solo en el vestido, y en los 'chiclets', en la coca cola y en el rock and roll, sino que se adentra profundamente en nuestra sociedad minando sus principios de moral, sus valores cohesionantes como la familia: cuando la violencia, el sexo, las drogas van ganando terreno no solo en las ciudades sino en las aldeas y el campo, el país tiene que pensar, tiene que re-pensar su destino. Los valores culturales tienen que ser rescatados... no solo los tangibles, los hitos de la memoria colectiva sino los intangibles como los valores religiosos, morales, éticos, cívicos. Esto reviste carácter urgente... de esto depende nuestra supervivencia como nación y como hombres. Se dirá, y en esto qué papel puede desempeñar el Banco Central ?... Creo que la pregunta está satisfecha cuando al comienzo afirmaba que el Banco con la obra cultural que había realizado se había también constituido en el guardián de la reserva cultural, espiritual de la nación... Esa reserva tiene que ponerse en juego en los momentos actuales. Ante la crisis tiene que servirnos como asidero, como reservorio y fuente donde debemos beber esos valores trascendentales que nos robustecen y afirman como pueblo...Para que no nos transformemos en "huayrapamushcas", hermosa y onomatopéyica expresión indígena que quiere decir... Venidos con el viento...no se sabe de dónde, no sabe a dónde, e incluso no se sabe cómo ni quién2.

Referencias citadas :

1) Crespo Toral, Hernán. "Respuesta de Hernán Crespo Toral" En: El Ecuador de la Posguerra. Banco Central del Ecuador, Tomo II, Quito, 1992, pp. 819-836.
2) Banco Central del Ecuador. "Decreto de Fundación del Banco Central del Ecuador". En. Cincuenta Años, Quito, 1978, pp. 81-104.

Tomado de: Revista Caspicara Nº 9, Quito, 1995
Última actualización el Jueves, 24 de Septiembre de 2009 04:58